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Cocinemos lentito en la fogata

Escribo esto como si lo hubiera pasado por fuego y las palabras se condensaran; describo con frases concisas y profundas, lo que mi ser guarda.


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Hicimos los planes menos rigurosos de la temporada, la falta de conexión no ayudaba, sólo la sed por naturaleza nos motivaba. Confiamos en nosotras y acordamos una hora para salir del precioso pueblo costero que habitamos...


Me desperté temprano para arreglar todo, empacar los indispensables y otras cosas que acompañan mi espiritualidad, la tranquilidad de que la Nirvs va a ser alimentada y el hula-hula para mover las caderas.


Navegamos por la carretera, el camino está lleno de árboles. Los arboles llenos de vida, sus raíces profundas, los anchos troncos y las sombras refrescantes.

El cielo y sus nubes.


Nosotras somos las pasajeras de la aventura y nuestro salvajismo ya se asoma, de a poco nos van saliendo la cola, los colmillos, las orejas van rompiendo de nuestros sombreros.




Nat y su sonrisa siempre dispuesta.

La Luz con su mágico-rítmico baile.

Paty y sus apasionantes cantos-acentos.

El Pablo y sus pasos de explorador.


Y yo, contemplo. Me gusta observar, saborear con la vista. Este viaje me inundó los ojos de sorpresas en muchas ocasiones.


La selva llena de vida.

Las aguas gentiles que abrazan.

La madre tierra y sus vientres.

Las aves que flotan en el cielo.

La luna y sus noches-reflejos.




Llegamos al cenote con la digestión a tope, el azul turquesa de sus aguas y nuestras cuerpas que nadan, que flotan, que en risas explotan.

Más tarde en la cueva, nos rodean sus sombras y oscuridades. Nos re-conocemos en inmersiones en las que sólo se escuchan los latidos. Los dolores que dejan los golpes contra las rocas y la presión de la profundidad que se siente en los oídos. Nos celebramos por atrevernos, nos descubrimos co-creando un ambiente de cuidado mutuo.


Ha legado el turno de esa camioneta oxidada, que a algunas (a mí), nos despertó desconfianzas, pero es que, el camino era tan vivo que no había forma de que no llegáramos.


Después de la lluviosa noche (de apretarnos para dormir calientitas) y de la ofrenda para los mosquitos; la enorme laguna con sus increíbles aves nos despierta, nos invita a descansar, nos propone cocinar lentito y la paciencia practicar.


¡Qué placer esta vista!

Escribimos

Dibujamos

Nos retratamos.

¡Qué alegría esta vida!


Y en la trayectoria final nos disponemos a hacer inmersiones en la luz, nos atrevemos a mostrar nuestras atigradas pieles y seguimos explorando bajo las rocas.


Las sensaciones ya nos pertenecen, aunque aún no nos hacemos consientes, de que este viaje nos ha dejado un bonita huella en varios niveles.


Fuimos a despedir, a agradecer, a sanar, a soltar dolores, a dejarnos apapachar y ciclos cerrar. Así, en la luna llena de Cáncer, cada una con sus formas, con sus aportaciones y compañías. Cada una siendo, en su propio proceso y con su historia personal. Así, nos transformamos en una historia para contar.


Agradezco a estos salvajes seres por su huella :)



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Contexto: ¿Viste esos días en los que sólo necesitas un respiro de la rutina? Despabilarnos viajando fue liberador y ellxs lxs mejores cómplices.


Me animo a dejar documentado este mágico viaje, porque contarlo me llena de nuevo los pulmones de esperanza; porque se me antoja reconocer la naturaleza y su poder restaurador. Porque habitar los montes, las selvas y las aguas nos llaman, no sólo para recorrerlos, sino también para protegerlos.


¿Qué esperas para despabilarte también? La madre naturaleza te espera, ¡saltá de tu asiento y ve a su encuentro!






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