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Conversaciones que pican

¿A dónde van todas esas charlas que se evitan porque pican, porque incomodan, porque te hacen saltar de tu lugar, esas que te sacuden las entrañas y que te invitan a alzar la voz?


Crecí en un entorno donde las conversaciones incómodas se evitan, se rodean hasta que el problema “hace como que desaparece”. Pero el problema nunca desaparece como arte de magia, está ahí como signo de un desequilibrio que si no se habla, aunque sea incómodo, prevalece.


He pasado toda esta semana sumergida en una baja emocionalidad, que pasa por la culpa, la tristeza, la rabia y al final llega a proponerme un límite, un límite que justo ahora es endeble, flacucho y no se muy bien con que nutrir, así que vuelve a empezar como un círculo. Y yo, estoy deseando que sea un espiral, que me haga caer en lo que necesito para dejar de dar estas vueltas. (como verán la paciencia aún no es mi fuerte)


Estos días he estado sintiendo mucho y creo que me hace falta confrontar la situación con una conversación incómoda. La verdad es que le temo, hay una creencia detrás que me dice que si marco el límite y expongo mi decisión, puede que me equivoque. Pff! El temor al error. El nombre de la creencia es PERFECCIÓN y me cuestiona con dolorosas preguntas como: ¿Qué plan tienes en caso de que te equivoques? ¿Cómo vas a reparar los daños? ¿Qué culpa tiene el entorno de tu ignorancia? (Ya sé!! Es ideal para trabajar en una agencia de seguros). Y ahí es dónde aparece la culpa, acompañada de invalidación e insuficiencia, me dicen lo mal que lo estoy haciendo, lo poco centrada que es mi idea de “poner límite”, vienen a hablar de lógicas, de estadísticas, de datos duros sacados no sé qué agencia.



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Luego llega la tristeza, me abraza y me recuerda que el camino de la perfección es muy solitario, es muy silencioso, ahí no hay espacio para que yo cante (no tienes una idea de cómo eso me hace entristecer :( ). Mi garganta se cierra y el resfriado llega, con moco obvio, porque la perfección no me permite llorar, ¿qué clase de mujer perfecta llora? entonces mi cuerpo que es totalmente agua y sabe de fluir, lo hace a través de la nariz. El silencio se va acumulando y pasó horas ahí (claro! con mucho papel higiénico)


Entre esa montaña de papeles, aparece la rabia (¡Bendita seas!) se enciende en la profundidad de mi “guata” y quiere que todo arda, sale despavorida y solo quiere mandar a todos a la mierda.-Sí a alguien no le gusta, ¡que se maneje! (léase con todo uruguasho)- me dice. Activa mi respiración, eleva mi pecho y me recuerda que, como todos, yo también tengo el derecho de elegir, de vivir en el error si así lo elijo. ¿que levante la mano quien no lo ha hecho antes?



Y claro, después de romper el silencio con tanto fuego, de entre las cenizas escucho a esa tímida voz proponiendo un límite, no desde la rabia, ni desde la culpa, sino desde la libertad de ser, de experimentar, de probar. -no es tu responsabilidad la reacción que los demás elijan tener por las decisiones que tomas para tu vida- me dice- ese también es tu derecho-. ¿Cómo nutrir esta voz? (Sra. Paciencia, por favor apúrense!!)


Hay algo en mi que me dice que me hace falta confrontar la situación con una conversación incómoda. ¿A dónde van todas esas charlas que se evitan?



Contexto: Texto que refleja la incomodidad que en algunas ocasiones me causa confrontar, a veces las emociones son tan fuertes e intensas que mi cuerpo reacciona con enfermedad. Y sí, al final tuve la conversación, fue inquietante pero liberadora, (esa es la bendición de los limites) Mi voz volvió, mi canto también :) y los mocos se fueron; crecí y aprendí (de mis procesos, de mis sentires y de mi entorno). Posdata: Aún le pido prisa a la Paciencia.


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